- On marzo 23, 2021
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Los niños de Bellesguard
Por Fernando Garcés.
Los niños han sido uno de los grandes héroes de Bellesguard desde que Antoni Gaudí comenzó a transformar las ruinas del castillo de Martí I, el Humano, en una torre que parece salida de un cuento de hadas. Tanto los Figueras, sus primeros propietarios, como los Guilera, los siguientes, han sido familias numerosas.
Ahora bien, esto no siempre ha sido así. Desde la muerte de Martín I en 1410 hasta la de Joan Gualbes en 1714, casi todos los propietarios del castillo murieron sin descendencia. Además, tampoco nacerá ningún niño en el siguiente siglo, debido a que la finca pasará a manos de la Iglesia y de Joan Grau, más conocido como el obispo de Astorga.
Por suerte, todo cambiará radicalmente con Antoni Gaudí. En efecto, una vez levantada la torre, si alguna cosa ha caracterizado Bellesguard es la abundancia de niños y niñas. Ello ha sido debido, como hemos dicho, por una parte, al hecho de que los nuevos propietarios de Bellesguard siempre fueron familias numerosas, y, por otra parte, a que,incluso durante la Guerra Civil, cuando ningún dueño habitaba la torre, ésta fue utiliza como orfanato. Además, poco después, la familia Guilera transformará el edificio en una maternidad donde han nacido un buen número de barceloneses y barcelonesas. Vamos a ver esta historia más en detalle.
Maria Sagués, la viuda que le encargó la torre a Gaudí, se instaló en ella con sus tres hijos y éstos no tardaron en hacer crecer la familia con nuevos descendientes. De esa época se conserva la siguiente fotografía que habla por si sola:
Antes de la Guerra Civil, los Figueras vendieron la torre y, durante el conflicto, ningún propietario habitó en ella. Aprovechando que estaba vacía, la torre se transformó en un orfanato. Por desgracia sabemos muy poco de esta etapa. Según Esteban Galindo, miembro del Equipo de Investigación de Bellesguard, en un archivo de la Generalidad consta que “Bellesguard fue expropiada para acoger niños vascos y valencianos. La Generalidad, a comienzos del año 1937, ofertó una plaza de administrador para el sanatorio de Bellesguard, aspecto que indicaría que todavía había actividad, aunque sólo fuera administrativa. Refuerza esta idea unos documentos, fechados en agosto de 1939, de Manuel Azárate, dirigente del PCE, donde, en una lista de subsidios para los miembros del partido en el exilio, se cita a Miquel Sol Torres como director de una casa de acogida de Lérida y del Sanatorio de Bellesguard”. Más tarde, añade Galindo, parece que a principios de la Segunda Guerra Mundial, “la torre se utilizaría como orfanato de niños franceses porque hemos encontrado escritos en este idioma en algunas paredes de la casa. Posiblemente, el hecho de haber servido como casa de acogida de niños impidió que Bellesguard fuera saqueada.”
Por otro lado, hay quien considera que el orfanato fue sólo para niñas y que sus tutoras fueron religiosas cercanas a la torre. Según algunas versiones de esta tradición, fueron las clarisas del vecino monasterio de Santa María de Jerusalén, y según otras, del convento, también cercano, de las Hermanas Oblatas del Santísimo Redentor. De todas, esta última es la versión más popular, por eso ahondaremos un poco en ella. Las oblatas son una orden religiosa fundada en Madrid en 1864 por José María Benito Serra, defensor de la causa carlista, y de Antonia d’Oviedo, antigua institutriz de los infantes e infantas de María Cristina de Austria, la esposa de Alfonso XII. Su labore se centra en socorrer a las mujeres que ejercen la prostitución y sus hijas. Hacía 1898, fundaron una comunidad en Barcelona en un viejo edificio colindante con las ruinas del palacio de Bellesguard. Hoy en día, dicho edificio ha desaparecido a causa de la construcción de la Universidad Abat Oliba y la iglesia del Santísimo Redentor, construida en 1925 por Bernardi Martorrell y Puig, un discípulo de Gaudí.
En resumen, tres posibles orígenes del orfanato: niños franceses, niños vascos y valencianos, y/o hijas de prostitutas. Sea como sea, lo que sí es seguro es que la torre construida por Gaudí acogió huérfanos durante la Guerra Civil, aunque todavía nos falta información más precisa sobre esta época.
A favor de la historia de las religiosas, en julio de 2019, nos visitaron los Ballart, la familia de los masoveros que cuidaron de Bellesguard tanto en la etapa de los Figueras como en la Guerra Civil. Su miembro más mayor nos comentó entonces que su padre le explicó la siguiente anécdota. Un día, un grupo de soldados se plantó delante de la casa, alertados por alguien que les había comentado que allí se ocultaban unas monjas. El abuelo les invitó a entrar y registrarlo todo, pero les advirtió que no encontrarían a ninguna monja. Debió mentir muy bien porque los soldados le creyeron, lo que permitió que las monjas se salvarán. Ese día, además, nos visitaron los miembros más pequeños de la familia Ballart, a quien les encantó jugar entre los arboles plantados por su bisabuelo.
Después de la Guerra Civil, en 1944, una nueva familia se hizo cargo de la Torre. Son los Guilera, una familia de médicos que vivió en ella durante casi 80 años a lo largo de diferentes generaciones.
Los Guilera reconvirtieron la torre en una popular maternidad, de manera que diversos barceloneses y barceloneses pueden decir que han nacido en un edifico de Gaudí. En consecuencia, algunos de nuestros visitantes acostumbran a ser clientes nacidos en Bellesguard que desean enseñarle la torre a sus respectivas parejas y/o hijos. Este ha sido el caso, por ejemplo, de Sílvia Franco, quien nació en la torre el 6 de enero de 1964. Hace poco, nos envió las siguientes imágenes y comentarios.
A continuación, otro ejemplo. El de Rosa Aguilar, quien nació de una manera bien particular el 12 de junio de 1969, “o, en realidad, fue el día 13 a primera hora –como ella misma nos comentó-, tal vez a las 00:15 horas.” Y es que su madre rompió aguas un día antes de llegar a Bellesguard, de manera que cuando, por fin, entró, se puso de parto delante de la puerta principal de la torre a altas horas de la noche. En medio de los lloriqueos del bebé, la familia Guilera les abrió la puerta y atendió. Una vez nacida, cuando llegó el momento de rellenar la Partida de Nacimiento, “mi padre dijo que pusieran el día 12”, nos aclaró Rosa, a quien ahora podemos ver en la siguiente fotografía con su propia hija, en una visita reciente.
Rosa también nos confió otra bonita historia: “mis padres compraron un apartamento en Castelldefels. Allí me hice amiga de una niña que, con los años, me comentó que había estado internada en Bellesguard el día, o mejor dicho, la noche de mi nacimiento, porque fue necesario practicar una cesárea a su madre; hecho que la obligó a estar ingresada quince días. Como ella nació el 30 de mayo, debimos estar juntas en la nurserie mis primeras horas de vida”.
Y ahora una curiosidad que poca gente sabe… La sala de partos de la clínica Guilera estaba instalada en la sala noble del edificio porque es la zona mejor iluminada y más próxima a la puerta principal. Esperamos poder enseñar esta sala al público lo antes posible.
El año 1974, los Guilera trasladaron su maternidad al departamento de ginecología de la clínica Delfos, donde siguen trayendo al mundo nuevos niños y niñas. Ahora bien, Bellesguard no ha dejado de escuchar las risas de los más pequeños. Desde su apertura al público, en 2013, la Torre ha organizado diversos talleres infantiles y visitas escolares, tanto de colegios del barrio como de alrededor del mundo.
En conclusión, tanto las paredes como los jardines de Bellesguard siempre han estado repletos de niños. Quizás porque la vidriera de la fachada representa a la Estrella de Venus, como símbolo de la diosa romana del amor y de la fertilidad, o según otra interpretación, a la Estrella de los Reyes Magos, que, como sabemos, ilumina el firmamento para señalar el lugar donde ha venido al mundo un recién nacido. Un símbolo que ha demostrado ser bien profético.
Para terminar, animamos a que nos hagan una visita todos los bebés que nacieron en Bellesguard, o a los niños y niñas que estuvieron en el orfanato, y, si lo desean, compartan con nosotros sus recuerdos y alguna foto. Los recibiremos con los brazos abiertos.