- On marzo 23, 2021
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Margarida de Prades
Por Esteban Galindo.
Pasaba la mañana del diecisiete de septiembre de 1409, y Margarida aún no lo acababa de creer. En breve sería la mujer de Martín I y por tanto, reina de la Corona de Aragón. No hacía ni ocho años que ella, con su hermana, y con sólo doce años, entró en la Corte de la reina María de Luna, mujer del rey Martín el Humano. La muerte de su padre, Pedro de Prades, precipitó la decisión de su madre, Juana de Cabrera, que vio la oportunidad de dar una buena formación a sus hijas y aliviar la difícil situación económica de la familia.
Durante los años que fue mujer de compañía de la reina, conoció de primera mano el funcionamiento y protocolos de la vida palaciega. María de Luna la tenía en buena estima y la llevó a todos sus viajes por la Corona de Aragón hasta su muerte en 1407. La reina le encomendó el amor por la cultura, especialmente la estima por los libros, y sobre todo la oportunidad de establecer contacto con el rey Martín.
Todo ello sin tan solo poderse imaginar que la muerte de Martín el Joven, hijo y heredero del rey viudo, ante las presiones para dar estabilidad a la corona, Martín el Humano la escogería como la nueva esposa que le debería dar un sucesor.
En septiembre de 1409, en Bellesguard, la vida de Margarida daba un giro inesperado, se convierte en la reina de la Corona de Aragón con la misión urgente de quedarse embarazada para dar un heredero. Pero las presiones, la avanzada edad y poca salud del rey Martín, lo complicaron. Se intentaron remedios caseros, pociones, incluso la intervención divina, con una visita a Montserrat, pero no se logró ya que en mayo de 1410 moría el rey.
Su futuro como reina viuda, sin embargo, quedaba garantizado, al menos en el plano económico, ya que había heredado importantes propiedades como el Palacio Real Menor o Bellesguard, eso sí, con la condición de que no podía contraer matrimonio de nuevo.
A pesar de ello, Margarida se casó a escondidas el año 1415, con el valenciano Joan de Vilaragut, con quien tuvo un hijo solo un año después. Para poder justificar la presencia de su marido a su lado, lo nombró camarlengo, es decir, administrador de sus bienes. Por cierto, unos bienes que mermaron de manera rápida provocando una situación delicada, especialmente crítica a partir del año 1420, momento en que se hace público su segundo matrimonio y que le comportó la pérdida de su pensión de reina viuda.
Expulsada de sus palacios, pidió ser acogida en el monasterio de Valldonzella, en Barcelona, donde su tía, Constanza de Cabrera, era la abadesa, quien además la ayudó a pagar sus deudas y a desligarse de todos los bienes materiales, para ingresar en la vida monástica y encontrar la paz hasta el final de sus días. Margarida murió en el año 1430 en Bonrepos, donde llegó a ser abadesa.