- On marzo 24, 2021
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Martín I de Aragón
Por Esteban Galindo.
Corría el año 1408 cuando el rey Martín, a la madurez de su vida y después de doce años de reinado, buscaba un descanso merecido. Había tenido que hacer frente a las grandes dificultades económicas de la corona y aplacar la revuelta de los sicilianos, donde dejó a su único hijo, Martín el Joven, al frente de las tropas.
Ya a su llegada al poder era un hombre gordo y de poca salud. Seguramente por eso quería huir de la pesada vida en la corte de su Palacio Mayor y pasar el verano de este año en una zona más sana, un lugar fresco que apaciguara el bochorno de la Barcelona dentro de las murallas.
Con esta intención, en octubre compró la torre Vallblanca, y quererla adecuar a su nueva categoría de sede real. Le cambió el nombre, y el mas pasó a decirse torre Bellesguard, una palabra que reivindicaba las bonitas vistas que tiene del Plano de Barcelona y de la línea de costa, así como la belleza de la torre.
En la época medieval hacía bonito disponer de un jardín con árboles frutales, y por ello, el Humano sólo dos meses después de la compra, escribe al procurador real de Mallorca, Mateo de Loscos, para pedirle un esclavo especializado en el cultivo de estos árboles, o al alcalde general de Aragón solicitando diferentes especies para su nueva torre.
Pero sus actuaciones no se dirigieron sólo a la ornamentación. En mayo de 1409, pedía al maestro mayor, Jaume Sala, la restauración del edificio. Hay que decir que las intervenciones del rey en Bellesguard fueron pequeñas. La antigua torre Vallblanca era ya una magnífica casa fuerte, con una torre de homenaje y una zona porticada con veinticuatro ventanales. La torre también se encontraba rodeada de un muro con sus almenas y aspilleras, defendida con torres que cerraban la residencia, y de las que hoy en día todavía quedan dos que nos dan una idea de la magnificencia del lugar.
Así, el rey encontró un lugar perfecto para descansar y recuperar la salud, pero desgraciadamente, en julio de 1409, su hijo y único heredero moría en Sicilia. Se abría una crisis sucesoria con un monarca que se sentía viejo, enfermo e incapaz, y se resistía a las presiones del Estado y de la iglesia que le forzaban a contraer un nuevo matrimonio.
En efecto, el propio Benedicto XIII, Papa Luna, llevaba desde agosto residiendo en Bellesguard consolándole por la pérdida de su hijo, al tiempo que le aconsejaba de la necesidad de casarse de nuevo. De hecho, él mismo ofició la boda celebrada en la capilla de la torre, en septiembre de 1409, con la joven Margarita de Prades, con la esperanza de llevar un nuevo heredero. Desgraciadamente fracasaron ya que en mayo de 1410, Martí murió.
Bellesguard, que en un principio parecía destinada a ser un lugar de recogida del rey, pasó a convertirse en un espacio vital, de una efervescencia política, social y cultural de gran magnitud y con una trascendencia histórica relevante: llevó con la muerte de Martí, el fin del casal de Barcelona y provocó la llegada a la Corona de Aragón de la estirpe castellana de los Trastámara.