- On junio 5, 2025
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La música en tiempos de Gaudí: entre Wagner y canciones populares
Por: Ferran Garcés
El término modernista, aplicado a la música, está rodeado de ambigüedad (1) Algunos musicólogos incluso se preguntan si existió la música modernista, o si sería más adecuado hablar de la música en la época modernista. En nuestro artículo anterior prometimos responder a esta pregunta, o, al menos, intentarlo.
En busca de una respuesta, os proponemos visitar el Palau de la Música Catalana, construido por Lluís Domènech i Montaner, entre 1905 y 1908, es decir, al mismo tiempo que Gaudí terminaba Torre Bellesguard. Tres grupos escultóricos de este ejemplar edificio resumen los ideales musicales de aquella época. El panorama real, sin embargo, era bastante más complejo y requeriría un texto mucho más largo (2)

Vista de la sala de conciertos y el escenario del Palacio de la Música Catalana. Foto: Wikipedia
Comenzaremos por las esculturas que dominan el escenario del palacio. La de la derecha, mira hacia el norte de Europa y simboliza la música “culta”. La de la izquierda, lo hace hacia nuestra tierra, y representa la música “popular”. La música en época modernista fluctuó entre estas dos corrientes.
Mirando hacia el norte de Europa

Boca del escenario. «La cavalgata de las valquirías» y, bajo ellas, enmarcado por unas columnas, el busto de Beethoven. Alegoría de la música culta. Foto: Wikipedia.
De un extremo del escenario del Palau de la Música, emergen unos caballos al galope, obra de los escultores Dídac Massana y Pau Gargallo. Es una referencia a “La cabalgata de las valquirias”, una conocida pieza musical de Richard Wagner, el compositor romántico que dominó la cultura de Barcelona entre finales del siglo XIX y principios del XX, eclipsando la tradición operística italiana anterior. Tal fue su influencia que, en 1901, se constituyó la Asociación Wagneriana, y para entender su importancia, como dice el musicólogo Roger Alier, “basta con mirar las listas de socios y adherentes para encontrar lo mejor de la burguesía liberal catalana.” (3) ¿Podemos oír el eco de esta cabalgata en Torre Bellesguard?…
Según Josep M. Vall i Comaposada, especialista en Bellesguard, “Es posible que en el momento de construir Bellesguard, Gaudí fuera influido por la ola wagneriana que impregnaba las élites culturales barcelonesas. La figura de una misteriosa montaña sagrada y el hecho de que el rey Martín poseyera la reliquia del presunto Santo Grial, vincularía Bellesguard con el mito wagneriano de Montsalvat”, la mítica sede de la preciada reliquia en las óperas de Lohengrin y Parsifal (4)
Debajo de la cabalgata sobresale el busto de Beethoven, el otro compositor representante de Alemania, el país que se convirtió en un modelo social y cultural para los modernistas (5). Era mucho más que un gusto musical, se trataba también de alcanzar el nivel de calidad musical requerido para interpretar las obras de estos compositores. En palabras de Xosé Aviñoa, especialista en el modernismo, la renovación teatral de Cataluña tiene su raíz en Wagner y la del “sinfonismo” en Beethoven (6)
La inclinación nórdica aumentó con el interés por la escuela francobelga, bajo el magisterio de César Frank y Vicent D’Indy. Sus introductores en Barcelona fueron el compositor catalán Enric Morera, quien estudió en Bruselas, y el violinista belga Mathiew Crickboom, quien se estableció unos años en Barcelona, influyendo significativamente en el desarrollo de la música de cámara. Otra figura clave del renacimiento musical de Cataluña fue Antoni Nicolau, director de conciertos memorables, tanto de autores europeos como locales, y cabeza visible de la renovación pedagógica musical al frente de la Escuela Municipal de Música (7).

Boca del escenario. «Las flores de mayo» y, bajo ellas, enmarcado por unas columnas, el busto de Anselmo Clavé, alegoría de la música popular. Foto: Wikipedia.
Mirando hacia nuestra tierra…
El segundo grupo escultórico es un homenaje a Josep Anselm Clavé. Digno hijo de la Renaixença, este compositor combinó su talento artístico con el activismo social e, incluso, la política. La principal característica de los coros que llevan su nombre es que los integraban trabajadores de toda condición. Muchas veces, en lugar de un teatro, los coros de Clavé actuaron en calles y plazas, escenario de multitudinarios encuentros. En el Palau, el busto de Clavé se complementa con una alegoría de Las flores de mayo (1853), su canción más conocida. El escultor fue, otra vez, Pau Gargallo.
Para entender la figura de Clavé hay que recordar que, por un lado, introdujo el movimiento coral en Cataluña, tal como se empezaba a hacer en el norte de Europa. Por otro lado, proporcionó herramientas culturales a las clases obreras, al mismo tiempo que fomentaba el movimiento asociativo, más allá del ámbito estrictamente musical. Su ejemplo fue reproducido después por un gran número de entidades similares por toda Cataluña y el resto de España (8). Algunas de ellas, sin embargo, integrarán cantantes profesionales. La más influyente de todas fue —y aún lo es— el Orfeó Català, fundado por los mismos promotores del Palau de la Música Catalana: los compositores Amadeu Vives y Lluís Millet, este último muy buen amigo de Gaudí.
La canción popular catalana

Fachada. Grupo escultórico «La voz popular», obra de Miguel Blay. Foto: Wikipedia.
Hasta ahora, hemos visto los dos grupos escultóricos dentro del Palau de la Música Catalana. El tercero está emplazado fuera, en una esquina de la fachada del edificio, como si fuera la proa de un barco. Recibe el nombre de “La canción popular”. Aunque el escultor fue Miquel Blay, el programa iconográfico es obra del mismo Domènech i Montaner, el arquitecto del edificio. La escultura muestra a una doncella que representa la canción, acompañada del pueblo catalán, encarnado por personajes de diferentes edades y oficios. “Encima del grupo —en palabras del propio Domènech i Montaner— se alza en actitud protectora San Jorge, patrón de Cataluña”.
No es extraño que fuera en esta época cuando empezaran a sonar canciones tan emblemáticas para Cataluña como Els Segadors (1892) de Francesc Alió; L’Emigrant (1894) de Amadeu Vives, con texto de Jacint Verdaguer, el poeta más admirado de su tiempo, o La Santa Espina (1908), de Enric Morera, con texto de Àngel Guimerà, otro de los grandes referentes literarios del momento. Al mismo tiempo, tuvo lugar una incansable búsqueda de antiguas canciones y tradiciones. Resultado de ella fue la recuperación de la sardana que, en esta época, se convirtió en un símbolo nacional.
No es extraño tampoco que fuera también entonces cuando diferentes músicos y artistas modernistas impulsaran el Teatre Líric Català, nombre que engloba una serie de producciones con el objetivo de hacer frente al predominio de la zarzuela en castellano en la vida cotidiana de Barcelona (2). Entre sus principales promotores destacaron el ya mencionado Enric Morera, autor de una obra emblemática del modernismo, La Fada, o el pintor y empresario teatral Lluís Graner. Mientras construía Torre Bellesguard, Gaudí colaboró con el segundo para decorar la Sala Mercè, local que debía servir de ejemplo de “espacio de arte integral”.
No es extraño tampoco que el modernismo fuera también la época de los primeros artistas catalanes de renombre mundial, como Isaac Albéniz, Enric Granados o Pau Casals, famosos por armonizar e internacionalizar tanto la música española como catalana, con una producción musical que sigue siendo escuchada en la actualidad.
Notas
(1) Aviñoa, Xosé (1985), La música i el modernisme, Ed. Curial, Barcelona, pp. 360–362.
Ver también: Harrison, Charles (2000), “¿Qué es el modernismo?”, en Modernismo, Tate Gallery Publishing, pp. 6–15.
(2) A modo de ejemplo, la zarzuela fue durante 1898 el espectáculo preferido del público, pero en aquel entonces las obras podían recibir distintas denominaciones según la fuente consultada, como “opereta” o “juguete”, lo que dificulta cualquier intento de resumen. Véase: Lahera Aineto, Celestino (2013), “La recepción de la Zarzuela en la Barcelona de 1898”, Revista Catalana de Musicología, núm. V, pp. 113–133.
(3) Alier, Roger (2004), “La música en el modernisme”, web de la Enciclopèdia Catalana.
(4) Vall i Comaposada, Josep M. (2014), Bellesguard. De la residencia de Martí el Humano a la torre Gaudí, Duxelem Editorial, pp. 122–123.
(5) Aviñoa, Xosé (1985), pp. 357–358. “Los modernistas vivían de espaldas a España, no solo por un rechazo al centralismo estrictamente político, sino también, y sobre todo, porque consideraban que la verdadera regeneración venía del norte.” Aun así, algunos compositores catalanes de la época se inspiraron en la música española, como Amadeu Vives, Granados o Albéniz.
(6) Ibid., pp. 339–343.
(7) La obra de referencia sobre el tema que nos ocupa hoy es la ya mencionada de Xosé Aviñoa (1985). En este libro, el único capítulo dedicado a un nombre propio es el de Antoni Nicolau. Op. cit., pp. 56-11
(8) Gómez Amat, Carlos (2004), “Lírica y canción. Música coral”, en: Historia de la música española, vol. 5. Siglo XIX, Alianza Editorial, Madrid, pp. 100–101.
Ver también en línea: Puig Ortiz, Xaver, “Breve historia —didáctica e informal— del canto coral en Cataluña”, web del Palau de la Música Catalana.