¿Sabías qué?: Naturaleza y arquitectura

Por Ferran Garcés

Hoy continuamos la serie iniciada en la última entrada sobre la geometría en la obra de Gaudí. El tema de esta entrada, la naturaleza y, en concreto, la figura del árbol, está de moda. Hace unos días, el diario El País publicaba un artículo titulado: “La sabiduría de los árboles, nuevo fenómeno editorial: los brotes verdes que crecen en la literatura”. El artículo comenzaba así: “Ensayos, novelas y poemarios, todos los géneros coinciden en devolver a la naturaleza un espacio central en la plaza pública y en el debate cultural” (1).

En arquitectura, este debate lo inició un movimiento llamado organicismo a finales del siglo XIX. Antoni Gaudí fue, y sigue siendo, uno de sus principales representantes. En realidad, un pionero en Cataluña. Sin embargo, existen diferentes versiones del organicismo. La del arquitecto catalán es una de las más complejas porque parte de la creencia de que la naturaleza es un reflejo de la obra más trascendental de Dios. En consecuencia, el mundo natural, para Gaudí, no es solo una fuente de inspiración “técnica” para realizar edificaciones más eficientes, sino, sobre todo, un camino para acercar al hombre a su Creador. Es lo que el arquitecto catalán llamaba “originalidad”…

“La creación continúa y el Creador se vale de sus criaturas; quienes buscan las leyes de la naturaleza para conformar nuevas obras colaboran con el Creador. Los copistas no colaboran. Por eso, la originalidad consiste en volver al origen” (2).

Una vez más, dejemos que Gaudí se exprese con sus propias palabras. Hablaba de su obra más conocida, la Sagrada Familia, y decía: “La forma ramificada de las columnas y su gran número darán a los asistentes la impresión de estar dentro de un bosque” (3). Un bosque “espiritual”…

“La decoración de las bóvedas serán hojas, entre las cuales se verán los pájaros propios de nuestra tierra. Los pilares de la nave principal serán palmeras, son los árboles de la gloria, del sacrificio y del martirio (…) Los pilares centrales se deshacen en cinco soportes sencillos que recuerdan al árbol, y estos en otros, hasta el triforio más alto, que tiene los soportes de las aberturas como saliendo del pilar principal, juntamos las últimas ramas del árbol hasta arriba de las bóvedas, que serán las hojas del gran árbol que reunirá al pueblo para alabar a Dios” (4).

Del árbol al cielo

En cierta ocasión se le preguntó a Gaudí cuál era su tratado de arquitectura favorito y mirando hacia la ventana de su taller respondió: “Aquel árbol que crece afuera, este es mi mejor libro de arquitectura”. Un árbol que era a la vez fuente de inspiración geométrica y simbólica, o “espiritual”.

Podemos ver un ejemplo de esto en Torre Bellesguard. Nos referimos a la cruz del pináculo, el elemento más destacado del edificio. Esta cruz está inspirada en la piña del ciprés (o gálbulo), que, una vez cae al suelo, se abre de manera similar: cuatro brazos señalando a cada punto cardinal y un quinto apuntando al cielo.

En otras obras de Gaudí encontramos tan peculiar símbolo, pero en Torre Bellesguard, gracias a que se ha conservado su jardín original, podemos observar, al mismo tiempo, un ciprés real y la cruz en la punta del espectacular pináculo de la Torre.

Y ahora, para terminar, una curiosidad. Joan Bergós realizó un árbol genealógico de la familia de Gaudí. Observa detenidamente el dibujo encima de todas las ramas (5)… ¡Es el pináculo de Bellesguard!

Notas

(1) Hernando, Silvia. 3/06/2023, “La sabiduría de los árboles, nuevo fenómeno editorial: los brotes verdes que crecen en la literatura” Suplemento Babelia, El País.

(2) Puig-Boada, Isidre. 1980. El pensament de Gaudí. Compilació de textos i comentaris, Barcelona, Publicacions del Col·legí d’Arquitectes de Catalunya, p. 220.

(3) Op.cit., p. 205.

(4) Ibíd., p. 204.

(5) Bergós, Joan, Gaudi. 1952. L’home i l’obra, Barcelona, Planeta, p. 44 i següents.