Agenda. Los 4 dragones de la Torre Bellesguard. II parte

Por: Ferran Garcés

La semana pasada fue Sant Jordi. Una fiesta que, entre otros atractivos, representa una auténtica celebración de los dragones, la bestia fantástica más popular en todo el mundo. Para conmemorarlo, iniciamos una serie de artículos sobre la peculiar evolución del aspecto -y el significado- de los dragones. Evolución que podemos ilustrar con los cuatro dragones de Torre Bellesguard.

En la primera entrega, hablamos del dragón originario, con forma de serpiente, y del dragón medieval, que, además de representarse con alas y patas, se convierte en sinónimo del Diablo. Un monstruo terrible, enemigo de santos y santas, como recreación de la eterna lucha entre el Bien y el Mal. Ahora bien, a pesar de tan mala prensa, el dragón se ha convertido en un animal muy popular. ¿Cómo ha sido posible? Para responder a esta pregunta hay que recordar, antes que nada, que los dragones no siempre han sido una figura diabólica. Vamos a conocer los dragones menos malos…

El dragón “estandarte”

Carlos Alvar, un reconocido medievalista español, distingue entre el dragón “eclesiástico medieval”, asociado al dragón demoníaco, antagonista de piadosas figuras, y el dragón “laico”, propio de las leyendas artúricas, que “no representaba tanto la imagen del Mal ligada al Diablo, como el justo adversario del héroe” (1). Este dragón, símbolo de fuerza y poder, llegará a ser el estandarte de diferentes caballeros, órdenes militares e, incluso, de reyes y, por extensión, de sus respectivos reinos. Sin ir más lejos, Uterpendragón, el padre del famoso Arturo de Camelot, ya utilizó el dragón como distintivo y, antes que él, los romanos y los vikingos (2).

En la Corona de Aragón, el primer monarca en adoptar el símbolo del dragón fue Pere IV, el padre de Martín I el Humano, el rey que residió en el castillo original de Bellesguard, entre 1409 y 1410. De este último monarca se conserva una conocida figura heráldica: la representación de un dragón alado sobre su yelmo. Desde 1407, por una concesión de Martín I, forma parte de la Fiesta del Estandarte, la principal festividad de Mallorca, aunque, en la actualidad, es motivo de polémica debido a las peticiones para que la cimera original, ahora en Madrid, vuelva a la isla balear (3).

Otra controversia de este peculiar dragón alado, conocido como vibra, o víbria, es la que gira en torno a su aspecto, porque, con el tiempo, ha variado considerablemente de forma, oscilando entre el escorpión, el murciélago y un dragón hembra. Sea como sea, la vibra a menudo acompaña la cimera del rey o las cuatro barras del Seña Real. Un símbolo que ha perdurado en el escudo de Valencia y, hasta hace poco, en el de Barcelona (4). Es el caso también de la vibra de Torre Bellesguard, con la senyera en forma de escudo bajo sus alas.

Hoy en día, tanto el dragón tradicional como la vibra, forman parte del bestiario festivo, un conjunto de figuras de cartón pintado que salen a la calle días señalados como el Corpus. Cuando tiramos del hilo para conocer el origen de estas procesiones, volvemos a encontrar el nombre del rey Martín I porque, en los actos de coronación de este monarca, celebrados en Zaragoza el 13 de abril de 1399, él y sus consejeros barceloneses, fueron acompañados por dos de las primeras figuras de la imaginería festiva institucional de Barcelona: el Águila y la Vibra, emblemas que ya habían utilizado dos años antes en las fiestas de la entrada del mismo monarca a la ciudad condal (5). Por cierto, la primera vez que se documenta la vibra, diferenciada del dragón, es en la descripción de esta celebración (6).

Por otro lado, en 1408, año en que Martín I comienza a construir Bellesguard, se fundó la Orden del Dragón, a la cual perteneció Oswald von Wolkenstein, un famoso poeta alemán que, en uno de sus poemas, habla de Margarita de Prades, la reina con la que se casó Martín I en Bellesguard (7). Vemos, pues, cómo diferentes personalidades de la época adoptaron el distintivo del dragón, una asociación insólita si el animal solo fuera una encarnación del demonio, y vemos, también, cómo la época del antiguo castillo de Bellesguard fue testigo de un influyente capítulo de la historia de los dragones, en paralelo a la leyenda de Sant Jordi. En resumen, el dragón podía ser un terrible enemigo pero también un poderoso talismán. Los siguientes dragones son testigos de esta última característica.

El dragón de las aguas

En los mitos antiguos, la principal función de los dragones era la de proteger aguas, cuevas y otros lugares remotos para el ser humano, generalmente con un tesoro escondido. Dragones que los poetas a menudo describen con una gran sabiduría y, a veces, incluso el don de la profecía.

Es el caso del tercer dragón de Torre Bellesguard, aunque, hoy en día, no forma parte de la visita porque se encuentra en el terreno privado de unos vecinos. Fue construido para dar forma a la caseta de un pozo con una profundidad de 40 metros y por donde todavía fluye un arroyo subterráneo (8). Hecho que, por otro lado, nos recuerda cómo el agua es el protagonista secreto de Bellesguard, tanto por este arroyo, o mina, como por la presencia de un torrente en el lugar donde ahora discurre la calle Bellesguard.

El dragón guardián

Mientras el dragón del pozo conecta Bellesguard con el mundo subterráneo o ctónico, el cuarto dragón de la Torre asoma su cabeza en el tejado, atisbando la línea del horizonte (9). Llegar hasta él representa el punto culminante de la visita. Con sus dos enormes ojos, es el dragón que mejor describe el origen del nombre de tan fabuloso animal. En efecto, la palabra dragón procede de δέρκομαι (“deɾkomai”), un verbo griego que significaaba “mirar fijamente”. Los antiguos griegos lo usaron para nombrar a las serpientes, δράκων (“drakon”), convencidos de que este animal, al carecer de párpados, puede mantener los ojos abiertos siempre y convertirse, en consecuencia, en un extraordinario guardián (10)

Más curioso aún. La palabra guardián procede de un verbo germánico, wardon, que significa lo mismo que δέρκομαι, es decir, “mirar fijamente”, y, por consiguient, vigilar, custodiar, proteger o prestar atención (11). Bellesguard, de hecho, es un juego de palabras, que implica tanto “vistas bonitas” como “buen resguardo”. Fue el propio rey Martín quien lo eligió, quizás aconsejado por Bernat Metge, su principal consejero y gran escritor. Tan pronto como el visitante sube a la terraza del actual edificio construido por Gaudí, se entiende la denominación del lugar, debido a las espectaculares vistas que nos permite disfrutar -y dominar- todo el paisaje de la llanura de Barcelona. Con cuatro dragones, y uno de ellos, el más grande, encaramado en la misma azotea, seguro que es un lugar bien guardado

Notas

(1) Alvar, Carlos (2004) Diccionario Espasa Leyendas artúricas, Espasa, pp. 136-137.

(2) El estandarte de los romanos recibía el nombre de “signum draconis”, o “draco”. Su portador era el “draconarius”

La embaración de los vikingos suele recibir el nombre de drakar a causa de la costumbre de esculpir la cabeza de un draón en el mascarón de proa. 

(3) Pol, Antoni (7/12/2019), “Una lucha de 90 años: Palma reclama la cimera del rei Martí”,

(4) García, Edu, “L’escut de Barcelona, la cimera de la vibra i la ratapinyada del rei Jaume”, blog Barcelona es poderosa.

(5) Hughes, Robert (1992), Barcelona, Anagrama, Barcelona p. 211-212.

Vilarrúbias, Daniel (2017), “El foc del seguici. Diables festius i Bestiari de foc, dels orígens al 1936”, Ajuntament de Barcelona.

(6) Anónimo, “Corpus 700 Drac”, web de El Bestiari, Agrupació del Bestiari Festiu i Popular de Catalunya. En este articulo, el lector interesado encontrará  una amplia bibliografia on line sobre el tema.

Otro artículo interesante porque, en él, se mencionan cronológicamente las primeras referencias a la vibra, durante el reinado de Martín I, y después de su muerte: Ollé, Manel (1992) “La víbria. Quatre notes sobre la vida i costums d’aquesta singular bestiola”, Generalitat de Catalunya i Ajuntament de Barcelona (Districte de Sant Martí)

(7) Bonet, Miquel (2018), “En temps de la reina Margarida de Prades”, Catalunyadiari

(8) Libro para saber un poco más del pozo-dragón de Bellesguard: Valls, Mireia (2012), La Barcelona subterránea, Editorial Mediterrània, Barcelona, p. 101-103

(9) Aclarar que, durant mucho tiempo, el dragón de la terraza permaneció oculto hasta para los primeros propietarios de la torre. Su hallazgo tuvo lugar en 2009, cuando Jan Molema, un especialista en la obra de Gaudí, se percató de la peculiar forma de la mansarda. Más información: Jan (2009), Gaudi. The Construction of Dreams, Thieme MediaCenter, Rotterdam, p. 250

(10) Álvarez, Javier: “Etimologia de dragón y su relacion con las serpientes”, blog “Gramàtica històrica del castellano”

(11) Soca, Ricardo: Etimologia de la palabra: guardia”, blog  “el castellano.org”