¿Sabías qué? El ave Fénix y la espiral, símbolos de una época

Por: Ferran Garcés

Hemos comenzado el año hablando de los símbolos de Bellesguard en forma de animales. También hemos comentado que la torre fue construida en dos fases. La primera, de 1900 a 1909, la protagoniza Gaudí. La segunda, alrededor de 1916, corresponde a Domènec Sugrañes, uno de sus colaboradores más cercanos (fue él quien continuó la Sagrada Familia después de la muerte del maestro) Los motivos animalísticos de Bellesguard se añadieron en la segunda etapa, no sabemos si siguiendo el proyecto original de Gaudí o responden a una idea del propio Sugrañes. En cualquier caso, forman parte de la casa desde los tiempos de sus primeros propietarios, la familia Figueras.

El animal de hoy, el último de la lista, es el menos visible y, a la vez, el más difícil de documentar en cuanto a su autoría. Lo encontramos en el jarrón de una zona del jardín llamada “patio andaluz”. En la base del jarrón vemos un motivo que se repite en el vestíbulo de la torre, las baldosas decoradas con gallos y leones , pero, en la barriga del jarrón, descubrimos un motivo que solo encontramos aquí. Se trata del ave Fénix, motivo que, junto con la espiral, son los símbolos de la “Renaixença” (Renacimiento), el movimiento cultural, político y artístico en el que hay que enmarcar la Torre Bellesguard. Antes, sin embargo, de abordar este tema, haremos un breve recorrido por la historia de tan cautivador símbolo…

Compañero de las pirámides…

El Fénix es un ave famosa por su capacidad de resurgir de sus propias cenizas. Su mito se remonta al país de los faraones, donde recibía el nombre de “bennu” y adoptaba la forma de una garza. Los egipcios lo asociaban tanto a las crecidas del río Nilo como al retorno del sol cada mañana. Los griegos y los romanos lo convirtieron en el símbolo de la vida eterna que ha llegado hasta nosotros, pero, en forma de un águila con plumaje de color rojo, lo que explica el uso de la palabra “phoinix” (en latín, color púrpura o carmesí). Más tarde, el cristianismo lo adaptó a su peculiar creencia en la resurrección.

Como esta ave fabulosa es la única de su especie, al no extinguirse nunca, durante el Barroco, el término fénix se convirtió en sinónimo de una persona o cosa única y excelente. Por ejemplo, al dramaturgo madrileño Lope de Vega, debido a su gran producción literaria, lo llamaron el “Fénix de los ingenios”. Con el mismo significado, leemos la frase “al fénix de Barcelona S(ant) Oleguer glorioso” en la portada del Atheneo de Grandesa, un libro de emblemas escrito por el erudito barcelonés Josep Romaguera.

El Oleguer de la dedicatoria hace referencia a un arzobispo y santo de la ciudad condal, y es que la obra de Romaguera, escrita en la Barcelona de 1681, se imprimió bajo la censura del Santo Oficio, por lo que era necesario incluir alguna aprobación eclesiástica. El fragmento más relevante de este libro es el prólogo, ya que constituye una de las primeras defensas del catalán como lengua literaria en una época en la que dominaba el uso del castellano. De hecho, Romaguera fue uno de los pocos poetas barrocos que escribió en catalán, además de ser un miembro destacado de la Academia de los Desconfiados, una institución que, alrededor de 1703, tuvo su sede en Bellesguard, cuando era propiedad del poeta y militar Joan de Gualbes i Copons.

Como la mayoría de sus miembros, durante la Guerra de Sucesión Española, apoyaron al archiduque Carlos, el rey Felipe V, después de ocupar Barcelona en 1714, mando cerrarla. De todas maneras, al igual que el ave fénix, el impulso de la Academia resurgirá de sus cenizas en la época de Gaudí, quien restaurà las ruinas del antiguo palacio del rey Martín el Humano, y, a la vez, el hogar de Gualbes.

Compañero del Palau Güell y Torre Bellesguard

A finales del siglo XIX, la imagen del Fénix se convirtió en el símbolo del Renacimiento, el movimiento que quería reactivar la cultura, política y economía de Cataluña. Gaudí, y los primeros propietarios de la finca, los Figueras, fueron miembros activos de este movimiento, al igual que otros artistas y burgueses de aquel tiempo. El ejemplo más famoso es el encabezado de un periódico llamado, precisamente, La Renaixensa. Fue diseñado por el arquitecto y amigo de Gaudí, Lluís Domènech i Montaner, en 1880. En él vemos un ave Fénix, con su iconografía más clásica, que es la misma del jarrón de Bellesguard: cabeza de perfil y alas alzadas.

La espiral, el ave Fénix encubierta

El promotor del periódico La Renaixensa fue Eusebi Güell, el gran mecenas de Gaudí, y, precisamente, el otro ave Fénix destacado de esta época es el que el arquitecto diseñó para él en el palacio que lleva su nombre en la calle Nou de la Rambla. Da la bienvenida a los transeúntes justo en la entrada del edificio, sobre un escudo medieval que descansa en el escudo de Cataluña, con las cuatro barras dispuestas de forma helicoidal. Un recurso geométrico que Gaudí repetirá, por cierto, en el pináculo de la Torre Bellesguard, pero, sustituyendo el hierro forjado de la escultura del Palacio Güell por un trencadís de piezas de vidrio. Motivo decorativo que nos sirve para recordar que la espiral, como el ave Fénix, fue otro de los símbolos de la Renaixença

Recordemos que la espiral es una curva que parece no tener fin. Cada vuelta sugiere al ave Fénix resurgiendo de sus cenizas. No es extraño, pues, que esta forma geométrica esté tan presente en la obra de Gaudí, tanto en el ámbito decorativo como estructural. Ahora bien, en Torre Bellesguard, por fuera es menos visible, porque, en homenaje al desaparecido castillo medieval del rey Martín el Humano, Gaudí adoptó las líneas rectas del neogótico. No obstante,  por dentro, toda la torre se eleva en espiral hasta el pináculo, coronado por la señera helicoidal del tejado. La espiral también está presente en los pequeños detalles decorativos que dotan de personalidad tanto el jardín como el interior.